Por Ing. Carlos Lozada
Después del 28 de julio de 2024, un cambio significativo se vislumbró en el panorama político venezolano: la oposición dejó de ser un grupo fragmentado para convertirse en la mayoría democrática del país. Este cambio se produjo, entre otras razones, por la unión de aquellos que históricamente habían llamado a la abstención, los participacionistas y quienes creemos que, en medio de una autocracia, participar en elecciones es un uso instrumental que debe ser evaluado según las circunstancias. Sin embargo, esta unión no ha logrado el triunfo esperado.
La victoria que muchos insistimos en que es demostrable no se consagró. A pesar de los esfuerzos, y aunque todos éramos conscientes de los obstáculos que enfrentaríamos, parece que el plan B o C que se había imaginado para superar estos desafíos ha fallado. La pregunta que surge es: ¿cuánto más va a durar Nicolás Maduro en el poder y el desastre que vive Venezuela? La respuesta más objetiva podría ser: “tanto como se tarde Venezuela en construir una oposición seria, responsable y organizada desde abajo, luchando pacíficamente por sus derechos”.
Es crucial que esta oposición esté liderada por figuras auténticas que se opongan activamente en las calles, en fábricas, universidades e iglesias. Debemos alejarnos de esos “líderes mediáticos” mediocres que han contribuido al daño del país.
La discusión entre seguir votando o abstenerse resulta estéril y poco analítica. La realidad es evidente: la oposición venezolana es un movimiento de resistencia civil pacífica enfrentándose a un aparato autocrático. Su salvación no vendrá desde afuera; debe surgir desde lo interno, aprovechando las contradicciones dentro del chavismo ante la arremetida del madurismo.
Como nos recordaron Los Guaraguao con su emblemática canción: “No, no, no basta rezar / Hacen falta muchas cosas / Para conseguir la paz”. Es hora de reflexionar sobre nuestro papel en este proceso y trabajar juntos por un futuro mejor para todos los venezolanos.
