Por Ing. Carlos Lozada
En medio de la crisis que ha azotado a Venezuela durante la etapa gobernada por Nicolás Maduro, la resistencia de la clase trabajadora ha emergido como un símbolo de lucha ejemplar. Con salarios que apenas alcanzan para subsistir, el robo descarado de prestaciones sociales, la migración forzada, servicios públicos en deterioro y condiciones deplorables para los jubilados y pensionados en cuanto a su atención médica, el trabajador venezolano ha sido víctima de una miseria sin precedentes.
Los únicos beneficiarios de esta situación han sido las élites, tanto del gobierno como de la oposición, lo cual es ampliamente reconocido por la mayoría de los venezolanos. La insatisfacción popular es palpable en las exigencias que, aunque aún no están organizadas ni coordinadas, enfrentan la represión con toda la capacidad del estado y sus seguidores dentro de las cúpulas sindicales.
Recordamos las palabras del poeta español Antonio Machado, quien en una carta dirigida a su amigo, el novelista ruso David Vigodski, durante la Guerra Civil Española, escribió: «Solo el pueblo salva al pueblo». Esta frase resuena en la actual situación venezolana, donde el trabajador no solo se defiende sino que sobrevive, sin depender de las promesas vacías de las élites que ya no engañan a los humildes.
Existe un silencio que muchos interpretan como pasividad o rendición, pero que en realidad es un latido de resistencia. Las palabras de liderazgos ambiguos y no transparentes ya no tienen eco en la población. En las calles se escucha claramente: «El problema lo tenemos que resolver los venezolanos con organización, lucha y paciencia».
Este reconocimiento colectivo de que no hay soluciones mágicas ni intervenciones desinteresadas es un avance significativo. No estamos vencidos, aunque parezca que retrocedemos. Decir la verdad es revolucionario, y en este reconocimiento, la lucha continúa. Avancemos, porque la lucha no ha terminado.
