Por Ing. Carlos Lozada

En Venezuela, se ha intentado instalar la noción de que nuestro país vive en una constante polarización política, donde las opiniones y actitudes se dividen en bandos opuestos, creando un abismo entre grupos sociales. Sin embargo, al observar de cerca la realidad venezolana, se encuentra una historia muy diferente: no hay divisiones marcadas en valores y comportamientos, sino una unión forjada por la crisis.

La retórica de la polarización es alimentada por los medios de comunicación, las redes sociales y la política, pero la verdad es que la crisis política, económica y social ha creado un vínculo común de necesidad y esperanza de cambio. La migración forzosa es un ejemplo claro; no hay familia venezolana que no haya sido afectada por la separación, uniendo a todos en su dolor y en su anhelo por la reunificación.

Los trabajadores de Venezuela, golpeados por una inflación galopante y salarios que no alcanzan para lo básico, están unidos en su lucha diaria por la supervivencia. Jubilados y pensionados se unen en su reclamo por dignidad y salud, afectados por ingresos que no les permiten siquiera cubrir sus necesidades médicas. La crisis de los servicios públicos afecta a la gran mayoría, sin distinción de ideología, demostrando que, en el fondo, todos compartimos el mismo sufrimiento.

La verdadera división en Venezuela no es entre ideologías políticas, sino entre una minoría poderosa que se beneficia de la situación y las grandes mayorías que sufren sus consecuencias. Esta élite intenta mantener su dominio sembrando un clima de intolerancia y hostilidad, dificultando el diálogo y la cooperación entre los sectores de la población. En lo político, se cercenan libertades democráticas; en lo económico, se desfalca a la masa trabajadora con políticas neoliberales que han llevado a la desaparición de sindicatos y a la desvalorización del salario público.

El país entero clama, aunque en silencio, por un cambio. Este grito resuena en los oídos de aquellos que detentan el poder solo por el poder, sin un objetivo claro de bienestar para la mayoría. No hay democracia donde unos pocos disfrutan de los recursos públicos mientras muchos más caen en la miseria.

Es hora de reconocer que la polarización es una ilusión creada para mantener el statu quo. Lo que necesitamos es un cese al odio y a la manipulación. Las minorías que aún sostienen un proyecto político fracasado deben tener la misericordia de permitir que las fuerzas vivas del cambio, arraigadas en las bases populares, guíen al país hacia un futuro mejor. Nos lo merecemos. Lo merece la familia venezolana.

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