Queridos lectores,

Comenzamos este año 2025 con un horizonte incierto para muchos profesionales en Venezuela, especialmente en sectores como la construcción que han sido severamente impactados por la crisis económica. Como ingeniero civil graduado hace 25 años del Decanato de Ingeniería Civil de la UCLA, quiero compartir mi experiencia y los principios que me han guiado durante estos años de adaptación y crecimiento profesional.

La simplicidad supera a la complejidad

En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados y los problemas parecen cada vez más intrincados, he aprendido que la simplicidad es, muchas veces, la clave para la resolución efectiva. Cuando comencé a trabajar en proyectos con recursos limitados debido a la crisis, entendí que las soluciones complejas no siempre son viables ni sostenibles. Optar por métodos y materiales simples ha permitido no solo continuar con mi trabajo, sino también enseñar a muchos colegas y estudiantes que en la simplicidad reside la verdadera ingeniería. Este principio nos recuerda que no es necesario reinventar la rueda para avanzar; a veces, basta con pulir lo que ya funciona.

Mantente humilde, sigue estudiando

La humildad es una virtud que, en el ámbito profesional, se traduce en la disposición continua para aprender. A lo largo de mi carrera, he tenido que adaptarme a áreas que inicialmente no eran mi especialidad. Desde la gestión de proyectos hasta la consultoría en infraestructura básica, cada nuevo desafío ha sido una oportunidad para ampliar mi conocimiento. La educación no termina con el título universitario; se extiende a través de la vida profesional, y en tiempos de crisis, esta actitud de aprendizaje perpetuo no solo es recomendable, sino necesaria. Mantenerse humilde frente a la vastedad del conocimiento nos permite estar siempre listos para lo que venga, ya sea un nuevo software, una técnica constructiva innovadora o un cambio en las normativas de construcción.

Resolver problemas reales

El tercer pilar que ha sostenido mi práctica profesional es la focalización en resolver problemas tangibles y urgentes. En Venezuela, donde la infraestructura y los servicios públicos han sufrido un deterioro considerable, he encontrado propósito en aquellos proyectos que, aunque pequeños, tienen un impacto directo en la comunidad. Ya sea reparando una calle en un pueblo remoto o asesorando en la construcción de viviendas económicas, cada solución aporta a la calidad de vida de alguien. Este enfoque me ha enseñado que la verdadera medida del ingeniero no está en la magnitud de sus obras, sino en su impacto positivo en la sociedad.

Este artículo no solo es un reflejo de mi trayectoria profesional, sino también un arranque personal ante la incertidumbre que muchos de nosotros enfrentamos. Espero que estos principios sirvan de guía y aliento para todos aquellos que, como yo, buscan adaptarse y crecer en medio de la adversidad. Que este nuevo año nos encuentre más fuertes, más sabios y siempre dispuestos a construir un mejor futuro para nuestro país.

Con mis mejores deseos para este 2025,

Carlos Emigdio Lozada

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