Por José Gregorio Torres
 
La no aplicación de las de las tres R de las que tanto habló el comandante de la Revolución, es posible que sean una de las principales causas de que se llegara al punto de quiebre en el cual se encuentra el gobierno actual de Nicolás Maduro y es que desde hace mucho tiempo los autocríticos ideólogos originarios del partido el cual tuvo sus raíces en el recordado y casi olvidado MVR 200, permite hacer estos análisis que bien pueden servir sino para devolver el tiempo y cambiar la historia de esos inicios eufóricos de patriotismo y emociones de una nueva manera de gobernar, si me permiten decir que aunque en teoría se escuchaba muy bonita y hasta creíble la propuesta revolucionaria, esto no contrasto con lo que en la realidad se ejecutaba, ya que un poder político para el pueblo sin recursos verdaderos y tampoco con escuela y formación, donde solo las consignas pudieron lograr mantener a una parte de la población cautiva, mientras que la realidad generaba otros resultados, expresados al final en una precaria y desalentada mayoría.
 
Sin duda que no es culpa del ciego sino de quien le da el garrote, y esto considero que es lo que está pasando en Venezuela, el pueblo le entregó el garrote a Chávez, pero lamentablemente al ver que ya no estaba el líder natural de la Revolución sólo pudo sostenerse hasta que sus intereses le fueron confiscados, justificado o no y por cualquier causa, entre ellas las medidas económicas impuestas por la primera potencia del mundo, EE.UU. Pero también la corrupción que se ha empoderado del gobierno y que fue reconocida no solo por el actual mandatario, sino en su momento por el mismísimo Comandante Chávez, no digo nada que no se haya publicado. Por lo tanto, no levanto falsos testimonios, ni pretendo atentar contra ninguna ley, estos errores cometidos al no escuchar al jefe de la revolución como en tantos otros lineamientos que sustentaban el proyecto social originario son sin duda alguna parte que original los resultados políticos que hoy vivimos en Venezuela.
 
Por tanto, ¿Cómo se puede culpar al pueblo de que el 28 de julio tomará la decisión de hacer uso de su derecho libre y democrático?, y de elegir a quien pudiera retomar las líneas básicas de toda nación, como es resurgir de sus cenizas con un programa de gobierno real que permita el desarrollo armónico de la economía de mercado en la que el antagonismo ideológico no sea el que predomine más allá de la realidad, y que el gobierno no siga siendo el único productor y garante de felicidad y prosperidad, sino que sea el estado como un todo el que conduzca a este país, a ser una nación próspera como se venía desarrollando hasta 1998, bajo una democracia imperfecta, pero corregible con las grandes oportunidades que generaba la empresa privada, organizada, descargando al propio gobierno de turno de un gran porcentaje de la mano de obra ocupada generando beneficios sociales que redundaron en una mejor calidad de vida para los venezolanos, como ha quedado como contraste en estos últimos 25 años de revolución. Al final se debe aceptar que los mismos errores repetidos sin intención de cambios sustanciales y efectivos son los verdaderos culpables de lo que hoy está resultando en un descontento general que está a punto de llevarnos a una situación tal vez eventual e indeseable para la mayoría. Pero es también una oportunidad para que en lo posterior no se cometan los mismos errores del pasado. Algo para reflexionar.

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