Por Ing. Carlos Lozada

El camino hacia la creación del Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV) comenzó en 1844, cuando el ingeniero Olegario Meneses propuso la necesidad de establecer una institución que aglutinara a los profesionales de la ingeniería. Sin embargo, no fue sino hasta el 24 de octubre de 1860 que el Presidente Manuel Felipe de Tovar promulgó un decreto que reglamentó la Academia de Matemáticas y estableció en su artículo 45 la formación del «Colegio de Ingenieros» como un cuerpo representativo de todos los ingenieros del país.

Un año después, el 27 de octubre de 1861, se realizó la junta preparatoria en la sede del Colegio de Santa María, en Caracas, gracias a la iniciativa del ingeniero Agustín Aveledo. Así, el CIV quedó oficialmente instalado el 28 de octubre de ese mismo año. Inicialmente, esta institución estuvo adscrita al antiguo Ministerio de Guerra y Marina y fue dirigida por el Comandante de Ingenieros Juan José Aguerrevere, con Francisco de Paula Acosta como Secretario. En 1881, el colegio pasó a depender del Ministerio de Educación.

El CIV ha jugado un papel fundamental en la regulación y promoción del ejercicio profesional. En 1922, el ingeniero Vicente Lecuna impulsó la discusión sobre la «Ley de Ejercicio de la Ingeniería», lo que permitió al colegio establecer aranceles para los honorarios profesionales y velar por los intereses del gremio. Esta etapa marcó un crecimiento significativo para el CIV, consolidando su importancia en la defensa del crédito profesional y en la implementación rigurosa de avances técnicos en obras públicas y privadas.

A lo largo de los años, el CIV ha sido responsable en gran medida por la introducción de modernas ciencias y procedimientos que han transformado a Venezuela con impresionantes infraestructuras como autopistas, viaductos, obras hidráulicas y rascacielos. Sin embargo, desde sus inicios, el CIV no tuvo una sede propia hasta que en 1941 se inauguró su edificio en Parque Los Caobos, gracias al apoyo del Ing. Enrique Jorge Aguerrevere y al diseño del arquitecto Luis Eduardo Chataing. En ese momento, Venezuela contaba con cerca de mil ingenieros y arquitectos.

Hoy en día, el Colegio de Ingenieros continúa siendo un pilar fundamental para el desarrollo nacional y un referente para la ética profesional en ingeniería. Su historia es un testimonio del compromiso y la dedicación que han caracterizado a sus miembros a lo largo del tiempo.

En el contexto actual de crisis económica, social y política que atraviesa Venezuela, los ingenieros se encuentran ante desafíos sin precedentes. La emigración masiva ha llevado a muchos profesionales a buscar oportunidades en el extranjero, dejando un vacío crítico en el país. Aquellos que decidimos quedarnos enfrentamos la dura realidad de no poder ejercer plenamente nuestra profesión, limitados por condiciones adversas como la falta de recursos, infraestructura deteriorada y un entorno institucional incierto.

Es fundamental reconocer que los ingenieros son piezas clave para el desarrollo sostenible y la reconstrucción de nuestro país. Sin embargo, para que puedan cumplir este papel esencial, es imperativo fortalecer la academia y fomentar un entorno que promueva la innovación y el crecimiento profesional. Debemos unir esfuerzos para crear espacios donde el conocimiento y la creatividad puedan florecer, impulsando así una nueva era de progreso para Venezuela.

Hago un llamado a todos los sectores de la sociedad: es hora de valorar y empoderar a nuestros ingenieros. El futuro de nuestra nación depende de su capacidad para diseñar soluciones efectivas a los problemas que enfrentamos. Solo a través del compromiso conjunto podremos encaminar al país hacia un desarrollo significativo y sostenible.

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