Por: José Gregorio Torres.

Toda experiencia debe dejar una enseñanza y toda enseñanza debe ser asumida como una norma o una guía qué debe alimentarse, practicarse y renovarse, siempre dentro de lo humanamente posible, para ello se debe contar con personas si no verticalmente perfectas, al menos con un historial estrictamente apegado a los principios fundamentales de honestidad incorruptibilidad y sobre todo de una gran sensibilidad social, amantes de las leyes como instrumento que dentro de la ética, de la lógica y del sano juicio, estén dispuestos a formar a los nuevos miembros de una sociedad que hoy está carcomida por las malas costumbres, donde el «quítate tú para ponerme yo» sigue siendo el slogan de quienes se escudan en una lucha por asumir el poder como si el país no hubiese tenido suficiente con esta experiencia de un cuarto de siglo.

Nada más lejos de la realidad, hoy se hace necesario volver a los cánones y principios en los cuales se fundaron aquellos partidos gloriosos de esos que hacían vibrar las masas en unas concentraciones donde el discurso pasaba de ser mera retórica a unas clases magistrales de lo que es una democracia de principios, más allá de ofrecer cosas que nunca se cumplen, ni de retóricas mediocres donde se habla de lucha contra la corrupción mientras está carcome los cimientos de toda una sociedad y que actúa como el óxido que corroe el metal o como la termita que destruye la madera más noble, así fue que nuestra sociedad entera abandonó el camino de la integridad moral, para convertirse lastimosamente en cómplice del descalabro social y moral de este pueblo noble y esperanzado, ese mismo que hoy debe reconocer sus errores y sus debilidades para convertirlos en fortalezas como una necesidad imperante y necesaria, si no quiere terminar por desaparecer.

No puede haber democracia donde no hay partidos políticos, pero tampoco pueden continuar existiendo partidos políticos sin ética, sin control y sin principios basados en lo moral, en lo social y en lo espiritual. En ello debe fundamentarse toda organización que desee formar parte de la nueva generación de políticos y es que no es difícil reorientar estas líneas, si la experiencia reciente nos dice y nos señala el camino correcto, no a los extremismos políticos, ni ideológicos, ni religiosos, pues cada uno tiene su espacio y su propia dinámica en una sociedad moderna donde cada una de las capas sociales, cumplan con las mínimas exigencias dentro de lo legal, lo moral y lo social. Dónde cada ciudadano con su conducta individual aporte a la sociedad lo mejor de sí y que los gobernantes y dirigentes asuman con denuedo, con honradez y transparencia sus responsabilidades delegadas, una sociedad donde funcione verdaderamente la contraloría en todas sus modalidades, base fundamental para el control de la acción gubernamental y estatal, un sueño épico, difícil de conseguir, pero no imposible, esa es la esperanza al final de todo.

Partidos políticos de Venezuela. Foto: Cortesía

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