Por José Gregorio Torres
Las tres divinas personas, para el cristiano, son el Padre, el hijo y el Espíritu Santo, en ellas basa su doctrina la fe católica, las que el pueblo católico reconoce como las tres divinas personas un mismo Dios. En tres acciones y responsabilidades diferentes. Dios padre creador, Dios hijo salvador y redentor, y Espíritu consolador y protector. Así se puede definir este trío divino y Sacro que en conjunto se recibe como viático luego de que se cumplen una serie de requisitos en el actuar del hombre y que deben ser necesariamente cumplidos para poder convertirnos por tan solo unos momentos, en dignos hijos de Dios, y ser llamados Sagrarios en el que puede cohabitar con nosotros. El Espíritu Santo es el mismo espíritu de Padre, en este reconocimiento a lo grande y puro del sacramento, también reconocemos, las normas más simples pero inapelables para salir a su encuentro, y en ese punto recordamos a Moisés cuando para poder estar en presencia del Dios, debió quitarse las sandalias. Símbolo de desnudez, humildad y pureza necesaria para estar ante la suprema presencia, otra de esas condiciones es rendir cuenta con humildad de culpa o pecado.
Ese espíritu que fue promesa cumplida luego de que Jesús muere en la cruz y que no se ha negado nunca a nadie, es instrumento de salvación, el viático, la comunión o la santa eucaristía, es en este acto de fe en el cual no solo se mantiene la unidad de dios espíritu hijo y divinidad en uno solo, sino que al recibirlo quienes creemos por fe en su hijo Jesucristo, conformando una sola comunión con el padre, y, por tanto, para lograr esa comunión debemos estar claros en que el único requisito para lograr esa mancomunidad, es la fe, el ejemplo y el reconocimiento del padre como único dios dador de vida consolador y redentor del hombre, así nos lo enseñaron en el catecismo de primera comunión y en la Confirmación. Igualmente, las condiciones necesarias para recibirlo y conservarlo en nuestro cuerpo corrupto.
En este insustituible trío divino, se encarna el amor de Dios y es en esos principios de mancomunidad en la que se basa la verdadera y positiva acción del hombre, en este caso citó a tres profesionales fundamentales en la vida cotidiana de un pueblo cristiano: el médico que sana el cuerpo, entendiendo que hay un punto en el que su conocimiento es delegado a Dios, igual que el Maestro que en medio de su diario contacto con sus alumnos también delega al final en ese gran maestro que fue Jesús, fuente de su título. Y finalmente el más importante, el Sacerdote, el guía espiritual que Inspira y merece como profesional, el respeto de sus colegas, pues en este se concentra la responsabilidad más grande la del alimentar la fe, porque se trata de lo espiritual, y lo espiritual ha sido, es y seguirá siendo el alimento principal para cualquier profesión y responsabilidad del hombre en nuestra sociedad. Por ello el respeto y el reconocimiento mutuo deben ser importantes a la hora de contribuir en el devenir de los pueblos, pues la mirada de todos está puesta en estos tres seres que a diferencia de la divinidad del triduo pascual, son solo seres humanos imperfectos pero con la misma opción de superación espiritual, que cualquier Santo.
