Por Ing. Carlos Lozada
En un momento crítico para la nación, Venezuela clama por un gesto político de amplitud y reconciliación que permita sanar las profundas heridas sociales y políticas que han marcado su historia reciente. La exigencia es clara: una amnistía general para todos los presos que han sido detenidos durante las protestas, así como para aquellos trabajadores que han luchado por sus derechos laborales y sociales.
La sociedad venezolana demanda, con firmeza, el respeto a la voluntad popular. Ignorar esta exigencia no solo sería un acto de desprecio hacia los ciudadanos, sino que también representaría un chantaje inaceptable y una estafa a la democracia. Burlarse de la Constitución es un acto que atenta contra los principios democráticos y el estado de derecho. La libertad, en todas sus formas, debe prevalecer por encima de cualquier otra consideración.
La presión y el miedo impuestos a la sociedad no generan legitimidad ni consenso; al contrario, profundizan la división y el descontento. Las palabras diálogo, negociación y acuerdos parecen haber sido relegadas al olvido, mientras se impone la ley del más fuerte. Este enfoque no solo es insostenible, sino que también socava las bases de una convivencia pacífica y democrática.
Es imperativo volver a La Política, entendida como el arte de construir puentes y encontrar soluciones conjuntas. La Constitución de Venezuela establece el derecho a la protesta pacífica como un pilar fundamental de la democracia. Asimismo señala que el poder reside en el pueblo y que este debe ser escuchado y respetado.
En este contexto, es crucial reflexionar sobre el valor de la democracia. No se trata solo de un sistema de gobierno; es un compromiso con el bienestar colectivo, la justicia social y el respeto a los derechos humanos. La democracia exige participación activa y constante de todos los sectores de la sociedad, así como un firme rechazo a las prácticas autoritarias.
Venezuela se encuentra en una encrucijada. La oportunidad para forjar un futuro más justo y equitativo está en manos de sus líderes y ciudadanos. Es hora de dejar atrás los conflictos y construir un camino hacia la reconciliación, donde el diálogo sea el eje central y la voluntad del pueblo se respete y valore. Solo así podremos avanzar hacia una nación verdaderamente democrática y libre.
