Por Dayrí Blanco / El Carabobeño

Guillermo Otero no sabe en qué se gasta su salario. Como la mayoría de los trabajadores venezolanos tiene un salario base de 130 bolívares con los que apenas puede comprar medio kilo de queso o de carne. Un monto que se traduce en alrededor de 1,75% de los ingresos mensuales que obtiene por la vía de las bonificaciones.

200 dólares al cambio en bolívares, calculado a la tasa del Banco Central de Venezuela (BCV), recibe como operador en una de las empresas que sobrevive en la zona industrial de Valencia. Con eso compensa el sueldo mínimo y sobrevive al día a día.

Esta es una realidad que se replica entre los trabajadores del sector privado y público, cuyas quincenas son sinónimo de la destrucción del salario en su concepto universal, al condenar el futuro de quienes celebran este 1 de mayo sumando una cifra devaluada a sus prestaciones sociales.

Trabajadores sin garantías

Como Guillermo, Samuel Pinto sabe que lo que cobra cada 15 y 30 de cada mes no tiene incidencia en su futuro económico, porque solo los 130 bolívares del sueldo mínimo es tomado en cuenta para efectos del pago de prestaciones, vacaciones, aguinaldos, utilidades, y todas las conquistas laborales logradas en el pasado por los trabajadores en Venezuela.

Él es parte de la nómina de una alcaldía de la Gran Valencia desde hace más de 20 años. Sabe que puede tramitar su jubilación pronto, pero es una opción que postergará hasta que se le permita porque eso significaría irse a casa con una compensación que no le hará justicia a todo lo que le ha dado a la administración pública con su labor.

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