Por José Gregorio Torres
Ante la incapacidad demostrada por los órganos competentes a quienes la iglesia confío las propiedades que fueron donadas a finales de los cincuenta (1959), cuando la Familia Quevedo Viloria dono, una gran cantidad de tierras a la Parroquia San Juan Bautista ubicadas en el sector Miquimbay, con la condición expresa de que se construyera en dicha propiedad una Escuela que permitiera fomentar el conocimiento en las artes agrícolas, tecnológicas y culturales y que con el tiempo lograra convertirse en una institución generadora no solo de conocimientos sino también de mano de obra calificada y de esta manera contribuir con el desarrollo económico de municipio Carache. Bienes que fueron traspasados al entonces Instituto Agrario nacional, por la Diócesis de Trujillo en el año 1975, ya que la iglesia no podía cumplir con lo establecido en el acuerdo de donación, traslado que se hizo bajo las mismas condiciones, pero que desde un comienzo lamentablemente los caracheros, desde las influencias políticas y de gobierno, no hemos sabido visualizar a futuro las potencialidades de desarrollo del municipio, como lo evidencian las actuales condiciones de este proyecto.
En los años posteriores y bajo la Presidencia del Luis Lacorte. El Instituto ordena la construcción de la Escuela Granja, la cual es culminada en el año 1977. En los primeros gobiernos de Caldera y Carlos Andrés Pérez, esta edificación se vislumbraba como uno de los principales proyectos que, junto a la empresa cementera de Cuicas, la de cal en Bolivia y la torrefactora de Casa de Zinc, se constituirían. En el norte fundamental del progreso para el entonces Distrito Carache y el Estado Trujillo, pero que las diferencias intestinas y pugnas entre los partidos políticos tradicionales, así como los marcados intereses e influencias de los grandes empresarios de otras regiones, hicieron imposible que los gobiernos en los años posteriores, le dieran importancia a estos proyectos y con ellos se sepultaron las esperanzas de lograr un desarrollo sustentable que pudo haberse expandido y que hoy sirviera de ejemplo y de fortaleza, no solo por lo que significa para la economía del país, sino también en la influencia para el desarrollo de otras áreas de la vida social del municipio y la región.
Hoy han pasado 65 años desde que la familia Quevedo Viloria dono una parte de su posesión, con el sueño de que allí funcionara un complejo industrial para el desarrollo de Carache, gente visionaria de un tiempo cargado de atraso, pero que cayó en manos equivocadas, en tiempos donde se pudo haber hecho mucho por el desarrollo de Carache, una familia que no dio más, porque los tiempos de vida no la favorecieron, pero que con ellos también se sepultaron esas ideas y proyectos progresistas, tal vez Carache no ha merecido tener más de lo que tiene, pues no hemos sabido defender ni valorar lo poco o lo mucho qué visionarios como Minumboc, Rafael Quevedo Viloria, Jose Juan Rodríguez, Jesús Quevedo Terán, Tomás Godoy, José de Jesús Román, Juan A. Román Valecillos entre muchos otros, le heredaron a Carache, pero que nosotros hemos permitido que sus ideas sus esfuerzos y sus aportes se conviertan en solo intentos de garantizar la existencia y la sobrevivencia de un pueblo culto, heredero también de la desidia de la ignorancia y de la ignominia, actitudes humanas de las que algunos aún se aferran para continuar destruyendo lo poco que aún queda como referencia de un proceso histórico, al cual nadie escapa de su juicio, pues a pesar de todos estos males heredados Carache no sucumbirá a las pretensiones de quienes han sido responsables de su atraso. Y la Escuela Granja es su peor referencia en la que se suma como una mancha y recordatorio, lo que hoy sucede con la Colección Minumboc.



